El 15 de mayo de 1953 concurrieron en Toronto Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Bud Powell, Max Roach y Charlie Mingus para tocar en vivo en el Massey Hall. Un verdadero milagro. Los 5 más grandes boppers en una sesión irrepetible y grandiosa. Bud Powell venía de alguna terapia de electroshock por broncas siquiátricas que tenía y dicen que ni se enteró que estaba en Toronto cuando lo sentaron al piano. Parker llegó sin sax, lo había empeñado para darse un chute y le tuvieron que prestar uno de plástico. Gillespie no le hablaba a Parker. Y viceversa. Roach hasta eso que no tenía bronca, pero Mingus estaba tan metido en conseguir grabar el evento en una grabadora pedorra que llevaba, que casi ni se oía su propio bajeo. Además, simultáneamente, peleaban Rocky Marciano y Jersey Joe Walcott en Chicago por el título de los pesos pesados y el evento jazzístico fue un fracaso de taquilla, además de que Parker a cada rato se disculpaba para ir tras bambalinas a checar en la radio si ya había empezado la pelea, que por cierto no duró ni un round. Por lo mismo, a los músicos ni les pagaron o les pagaron con cheques de hule. Jamás se reunirían esos 5 músicos nuevamente. Pero el disco existe. “Jazz at Massey hall – The Quintet”. Mingus tuvo que regrabarse a sí mismo sobre la cinta original pero se consiguió lanzar el disco, que muchos consideran “the greatest jazz concert ever”.
ESO, por si alguien se los pregunta, es un milagro. Uno de a de veras.
Todo esto porque hoy en la mañana me preguntaba Bruno que cómo le hace Santa Claus para entregar tantos regalos a todos los niños en tan poco tiempo y todo eso, y bueno, lo clásico, yo empecé a balbucear y a decir que todo es producto de la magia, que el gordo las puede todas, un milagro pues, un milagro de a deveras, y los milagros no se cuestionan. Lo clásico. Pero luego me salió que porqué (y todo esto sin dejar de ver la tele y darle tragos a su leche y mecerse en su pequeña mecedora al mismo tiempo) si las puede todas el gordo, entonces porqué no les lleva también regalos a los niños pobres. ¿Por qué, papá, eh? ¿Por qué? ¿Eh?
Y yo, claro, pensé que los milagros no se cuestionan; no; a menos, claro, que tengas siete años y una visión más clara de la justicia universal que el montón de padres confabulados del mundo, a la vez que veía un reloj imaginario en mi muñeca y decía, balbuceando desde luego, “ya es tarde, apúrate con esa leche o vas a llegar tarde a la escuela” y salía de la habitación y decía para mis adentros, “por mi madre que Mingus era un genio, mira que rescatar esa grabación solo para demostrarnos que los milagros de verdad sí existen, aunque a lo mejor la mayoría de ellos ocurren en mayo (o en cualquier mes) y tienen más que ver con la voluntad humana que con jojojós y campanitas y peces que increíblemente beben sin inflarse ni cansarse de las aguas de un inagotable río”.