Querido año tras de mí…

¿Adónde se fueron tus días?

Esperábamos la llegada de un 22 en el calendario,

(cuando esos números tenían sentido)

y parecía tan fácil….

Pero para la tarde, ya era septiembre, carajo.

¿Adónde se fueron tus días?

Mi hijo creció sin que me diera cuenta.

Mi hija aprendió a dividir quebrados.

Una nueva mascota duerme en la sala.

Y todo a mis espaldas.

Carajo.

Te digo.

Aún no alcanza el sol su cenit,

aún pienso qué libro abrir,

aún humea algo en la estufa,

y ese libro ya está leído

y esa cena ya está terminada

y ese tiempo parece agotado

como una fotografía arrugada,

descubierta sin querer

(maldita sea)

en una banca de un parque… …

por el que sólo pasábamos.

Querido año tras de mí,

devuelve lo que tomaste.

No seas desgraciado.

No finjas que no te importa.

He olvidado las películas que vi,

los sitios en los que estuve,

la gente que conocí.

Todas las series de la tele son una misma.

Todos los tubos de dentífrico.

Todas las cuatro de la tarde.

En serio. Te lo digo.

Regresa, carajo.

Sin rencor, tal vez,

podremos hacer un balance.

Y hacer como que mañana es 22

(porque lo es)

y que antes de la merienda,

lo que son las cosas,

sigue siendo marzo.

Y nadie se ha ido… …

aunque algunos ya sepan dividir quebrados.

Y los que aparecemos en esa foto arrugada,

sí somos nosotros,

en efecto.

Pero si te fijas bien,

sonreímos.

Y con ganas.

Porque nosotros, los de entonces, los de ahora, no usamos cubrebocas ni tenemos miedo al contacto.