Sonrisa a medias

 
Cuando uno tiene hijos chicos siente la obligación de reir todos los días.

Aunque no quiera.

Pero hay días y hay días.

Hoy, por ejemplo.

Mari Fer corrió del comedor hasta donde yo estaba para contarme, como quien presume una medalla: “¡Papá! ¡Comí yogurt y me gustó mucho!”.

Es decir que le vamos ganando la batalla a la cochina alergia alimentaria. Es decir que a veces las sonrisas brincan solas desde donde sea que anden escondidas. Es decir que, aunque el mundo esté en llamas, a veces se sorprende uno sonriendo sin haber forzado el gesto.

Pero también es cierto que cuando uno tiene hijos, sean de la edad que sean, siente la obligación de pensar el mundo todos los días. En función de ellos.

Y por eso cada padre tiene ese gesto peculiar. Ese rictus perenne. Esa sonrisa a medias. “Soy feliz; mucho; pero…”

Porque surgen preguntas como… “¿Lo dejaré ir a la piyamada? ¿Le permitiré subirse al caballo? ¿Le daré yogurt por primera vez en su vida?”

Que, para el efecto, siempre es una y la misma pregunta.

“¿Estaré haciendo todo lo que me toca para que seas feliz y crezcas sano y un día hagas tu vida y yo te pueda ver a la distancia orgulloso y satisfecho, aunque siempre con este rictus, esta sonrisa a medias, esta necesidad de siempre preguntarme si sigo haciendo lo que me toca porque nunca, qué le vamos a hacer, vas a dejar de ser mi hijo y siempre te voy a querer lo mismo?”

Es que pienso en Mari Fer corriendo a sacarme una sonrisa y luego pienso en el papá de Alexander y alguna mañana de hace muchos años en la que el chamaco le sacó la carcajada, no sé, a lomejor algo así como “¡Papá, me subí al caballo!” y la verdad es que se me va el alma a los pies y el entusiasmo a la mierda.

“¿Y si algún día me haces falta?”

Pienso en Alexander. Pienso en Mari Fer. Pienso en mí. Pienso en el señor Mora con su hijo en brazos, imaginando que algún día crecerá y querrá ser algo en la vida. Tal vez maestro.

Pienso en un fragmento de hueso. Pienso en mi país en función de mis hijos.

Y la verdad es que la sonrisa, esa huidiza y tan anhelada sonrisa… vuelve a esconderse adonde sea que se escondan las sonrisas. Como un animalito mortalmente asustado.

 
#Ayotzinapasomostodos