Cifu para los amigos, que sois vosotros…

 
Sólo tengo un vicio feo en la vida y es el jazz. Los que me conocen saben que, como buen adicto, soy capaz de chutarme una dosis donde ande, sin importar las circunstancias. Cuando me baño, cuando viajo, cuando leo, cuando como, cuando veo el fut (sin sonido). Usualmente lo hago a solas, para no incordiar a la familia, pero bueno, si se dejan…

El caso es que fue esta, mi inveterada adicción, la que me hizo aficionarme a los podcasts de Juan Claudio Cifuentes (“Cifu para los amigos, que sois vosotros”), probablemente el erudito más grande, en idioma español, del jazz sin adjetivos.

El Cifu es capaz de hablar con autoridad de cualquier músico y cualquier época, aunque tiene sus consentidos como Kenny Burrell y Philly Joe Jones, el Hard Bop y el West Coast. Baterista frustrado, siempre habla con cariño de aquellos que le pegan a los tambores (uno se pregunta por qué aparecen tanto Art Blakey y Max Roach en sus programas), aunque en realidad es un conocedor de cada instrumentista y cada vertiente del jazz y por ello a todos los promueve y cobija.

Cuando uno oye hablar a una persona con más frecuencia que con la que escucha a sus propios amigos (de hecho, en estos tiempos, a los amigos se les lee en un TL) la llega a apreciar lo mismo que si fuera un amigo. Más si habla del jazz como uno siente que hablaría si tuviera los conocimientos, la experiencia y el micrófono.

El sábado pasado se transmitió en “A todo jazz” el programa dedicado a George Benson, con motivo del cumpleaños del guitarrista. El Cifu se escucha ameno, jovial, dicharachero, simpático, culto, sagaz, fresco… como si estuviera aún entre nosotros. Uno se pierde en su voz, elocuente, ingeniosa, jazzófila… y se le parte el corazón al advertir que el Cifu grabó el programa sin saber que se transmitiría cuando él ya no estaría aquí, entre nosotros, sino, acaso, dando la mano a Buddy Rich o a Max Roach y, probablemente, pidiendo la alternativa en los tambores.

El Cifu toca, desde la noche del martes 17 de marzo, en la orquesta de Woody Herman (primero), en la de Ellington (después) y en la de Basie (más adelante). Y, como su swing es perfecto, los tres directores se lo pelean. Y nunca, nunca amanece.

El Cifu, no obstante, también está aquí. Sigue hablando. Sigue contando anécdotas. Sigue dando cátedra de jazz. Y yo me he permitido compartir esto porque, afortunadamente, nos ha dejado un legado monumental que vale la pena escuchar una y otra vez.

A los que le tenemos tanto miedo a la huesuda como para intentar dejar algo de nosotros tras de sí, nos maravillan este tipo de milagros. Y vale la pena celebrarlos como una buena e interminable tocada.

Besos, abrazos, carantoñas y achuchones múltiples, Cifu, dondequiera que estés. Nos escuchamos en tu próximo programa.

 
 
La voz del Cifu en: A todo jazz y Jazz porque sí.