De pucheros y estadísticas

 
No suelo tomar fotos a personas desconocidas. Y mucho menos postearlas sin su permiso. Pero quise hacer una excepción en este caso para dejar constancia de un hecho maravilloso y entrañable y singular, que es éste:

 

**** listones, grequitas, querubines ****

En México sí se lee.

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A propósito del próximo día del libro, van a venir a jorobarnos los organismos oficiales con estadísticas tan pesimistas que, a su lado, un día lluvioso parecen tres de batucada.
Y lo fácil va a ser caer en la tentación de sacar el paraguas, el tequila y la cara larga, darnos golpes de pecho por los dos-punto-no-sé-cuántos libros que lee el mexicano al año y más que celebrar, tocar a muerto las campanas.
Bah. Yo mismo he hecho mías esas estadísticas en años anteriores.
Yo mismo me pongo a ver en el metro quién sí lee y quién no para hacer mis pucherotes.
Y los que llevan la vista puesta en algo que no sea el candy crush, siempre es la Biblia (descalificado), el TVyNovelas (luego hablamos), Quién se robó mi queso (foul), El manual de la tele nueva (sin comentarios), el periódico (sí, pero), el libro de anatomía/historia/matemáticas de la escuela (ok pero cómo te explico que) y así sucesivamente.
Con todo...
De vez en cuando no falta que me topo a alguien en el metro que sí está leyendo literatura.
(Oh, dioses, pero... ¿qué es literatura y qué no?)
Ok. Refraseando pa' no caer más mal: De vez en cuando me topo a alguien que sí está leyendo uno de esos libros que, si pusieras en la sección de novela o de cuento o de poesía de la biblioteca, ningún profesor de literatura se enroncharía por ello. (¿Mejor?)
Y es entonces cuando aparece enmarcada con grequitas y flores de lis y ángeles mofletudos esa frase de allá arriba.
Porque a lo mejor en México no se lee lo que muchos (libreros, promotores, editores y hasta autores) quisiéramos. (Sí, a veces mis reportes de regalías hablan por sí solos).
Pero de que se lee, se lee.
Un lector. Un libro. Una página. Una línea en tiempo y forma.
Y ya está.
Una chava recargada en el barandal con la vista fija a pesar de los vaivenes.
Y se justifica por completo la frasesota pomposota de allá arriba.
Sin cuotas ni prejuicios. Con deleite y sabrosura. Sin poses ni apresuramientos.
Y ya está.
El que esto suscribe vio a alguien leer de esa forma. Puede dar fe de ello. Y por eso afirma, sin temor a equivocarse, que al interior de estos dos kilómetros cuadrados de tierra firme que llamamos México...
O bueno, a lo mejor es simplemente que amanecí optimista.
Que tengan buena tarde.