Mi papá era de ver los domingos todas las películas de “Permanencia Voluntaria” que pasaban en el canal cinco. Y se echaba sin chaser a John Wayne, a Charlton Heston, a James Stewart, a Gary Cooper, al que le pusieran... Una vez estaban pasando “Beau Geste” y nos contó que era una película que hablaba del amor entre hermanos. Los cuatro grandes de los cinco hermanos Malpica hicimos la misma cara de asco. Y es posible que iniciáramos una campal sólo para demostrar que tal cosa era imposible. ¿Amor entre hermanos?, guácala. Golpe, golpe, sopapo.
Soy el segundo de cinco. Y puedo decir que me peleé a trancazos con el primero y con la tercera. También que siempre perdía con el primero y empataba con la tercera; ella a veces se quedaba con cabello mío en las manos, pero yo, con su tranquilidad: “esta noche, mientras duermas…”
El asunto es que creces y te das cuenta de que tus hermanos no son lo peor que te pudo pasar en la vida. (También están la malaria y las auditorías sorpresa.) Pero es cierto que después de cierta edad ya no tienes que medirte a karatazos con cuatro porque el gansito que dejaste en el refri desapareció. Llega un día en el que cada quién mira para otro lado y hasta ocurre que extrañas esas veces frente a la tele en que sonaba el teléfono y todos decían “zafo” antes que tú.
Lo digo porque mis hijos a veces parecen repetición de la historia. Y si ustedes creen que la pequeña tiene las de perder es que no la han visto caminar por la calle, ponerse un mechón de pelo bajo la nariz y decir “¡Testosterona!” para luego escupir (lo sacó de Gravity Falls, a mí que me esculquen). Y tanto ella cambiaría a su hermano por un Lego Friends como él a ella por un sacapuntas de Minecraft.
Pero igual cuando dejan de verse por dos días no dejan de preguntar el uno por el otro. “¿Y a qué horas llega mi herman@?” “¡Ajajá! ¡Acéptalo! ¡L@ extrañas!”. ¿Qué?, ¡claro que no! Guácala. Sopapo, Sopapo, golpe.
Este desahogo porque creo que algún día crecerán (si antes uno no acaba con el otro). Y mirarán cada uno en su dirección. Y extrañarán cuando elegir un programa en la tele era cuestión de vida o muerte (y destreza en las artes marciales.)
Por cierto, Beau Geste parte de un proverbio árabe que más o menos dice así: “El amor de un hombre por una mujer se infla y desinfla como la luna, pero el amor de un hombre por su hermano es constante y perdura tanto como la marca de sus dientes en su brazo.”
Y no. No extraño a mis hermanos. (Al fin ya se inventaron los grupos de whatsapp.) Lo que extraño es contarles la bonita historia de cuando mis papás y yo los recogimos a todos de la basura. (Incluso al grande con quien, por cierto, sigo jugando (y peleando cuando hace falta)).