Sentimientos encontrados


 
Honestamente, la FIL me queda grande.
Ya de este lado del calendario me parece que puedo decirlo y no sólo pensarlo.
Porque es al final que reparo en la avalancha de sentimientos encontrados que se despiertan, apretujados, en mi interior cada año.
 
Básicamente:
 
Uno nunca se siente más autor que cuando presenta libro en FIL. Y nunca menos, tampoco. La vorágine siempre te impide teclear dos frases congruentes en la compu cuando andas por allá.
Me encanta ver a tanta gente querida. Pero me engento a la media hora de pisar la Expo.
Lo mismo, ver a tantos autores sueltos por los pasillos me hace pensar, irremediablemente, en todos los personajes que permanecen presos en sus libros, mirándonos celosos desde los estantes. “Tómate todas las selfies que quieras, que aquí el inmortal soy yo, ¿estamos?”
Y, por supuesto, el dinero para pagar la fianza de tantos personajes nunca alcanza. Y es motivo de graves depresiones. Ver a un autor acariciando lascivamente un ejemplar que nunca será suyo y luego verlo borracho en el coctel de la noche tiene correspondencia directa.
Y es que uno nunca se siente más autor que cuando ve su libro en la FIL. Y nunca menos, tampoco. Basta voltear a los lados. Uno entre decenas. De cientos. De miles. Y eso sin contar el área internacional. “A lo mejor no soy tan guapo ni tan talentoso como dice mi mamá.”
Porque claro, me encanta conocer a tanta gente nueva. Pero me odio por no poder retener nombres y rostros a la primera. “Nos conocimos el año pasado aquí en la feria”. Y yo y mi sonrisa idiota: “Ah, sí, claro, ¿qué has hecho?, ¿cómo está la familia? Linda corbata.”
Y comer y beber y desvelarte como si tuvieras veinte años menos para, en la mañana, sentirte (y verte) como si tuvieras veinte años más.
Finalmente, darte cuenta de que lo único que te mantiene vivo en el vuelo de regreso, que siempre se retrasa y siempre te parece que dura el triple, es saber que es una vez al año y sobreviviste una vez más y cuentas con la gran fortuna de que al interior de tu estudio no cabe tanto estante, tanta luz, tanto libro, tanto pasillo, tanta conferencia, tanto gafete, tanto brindis sino apenas una frase tras otra que, en el mejor de los casos, son congruentes.
Porque uno nunca se siente menos autor que cuando la FIL lo absorbe. Y nunca más, tampoco. Pues, aunque tu título se confunda entre tanto título, también forma parte y dice cosas que hay que decir; y aunque tu libro sea sólo uno más, tampoco es uno menos.
 
 
Viva la FIL, pues. Aunque a algunos nos quede grande.
Y nos vemos el año que entra. (Linda corbata, ¿eh?)