A todos nos ha pasado.
Ya sea en Netflix, Prime o donde sea.
Hora y media desperdiciada en una película que “prometía” pero que terminó siendo un churro.
Apagamos la tele diciendo, a veces para nosotros, a veces para el mundo, ¿y ahora quién me devuelve esa (aquí su palabrota preferida) hora y media de mi vida?
Nos imaginamos, siempre para nosotros, nunca para el mundo, lo que hubiéramos podido hacer con esa hora y media (tal vez más) de nuestras vidas.
Ordenar la cajita de las fotos familiares. Limpiar a conciencia la alacena. Llamar a la tía abuela.
O empezar ese tan postergado libro.
Este 23 de abril, en vez de andar deseando felicidades a un desconocido de papel y tinta, celebremos con un experimento.
Imaginemos que nos sentamos frente a la tele, que la encendemos, que elegimos plataforma, ya sea Netflix, Prime o lo que sea. Que estamos a punto de presionar el botón de Play en una película que “promete”.
Pero, en su lugar, presionamos el botón de Apagado.
Vualá.
Hora y media (tal vez mas) frente a nosotros. Nuevecita.
Siempre podemos limpiar a conciencia la alacena, claro. Pero no hoy. No por tratarse de (nada menos que) El Día Internacional del Libro.
Al terminar el lapso, tres o cuatro capítulos habremos avanzado. Y no, no nos parecerán un desperdicio. De eso estoy seguro.
Por el contrario, algo sentiremos que hemos ganado. En tiempo y en espíritu.
Aunque por un día más la tia abuela se siga preguntando porqué tarda tanto tiempo en sonar el (palabrota random aquí) teléfono.
Y entonces sí: Feliz Dia, Libro, querido amigo. Empezaste a ser leído. Sigue así hasta tu último punto final.