Siete

7 son las estaciones felices que tengo identificadas como escritor de novelas.

Aprovechando que hace un par de días llegué (¡uf!) a la última estación con un libro que me tenía en ascuas, se las quiero compartir:

1 – Cuando se enciende la chispa. Ese momento en el que dices, con total convicción y total contundencia: “Ya sé qué voy a escribir”.

2 – Cuando, como narrador, te desvaneces. Ese momento en el que te abstraes tanto al contar, que es casi como si tomaras dictado; y despegas los pies del suelo; y flotas por días y días y días sin temor a desplomarte.

3 – Cuando terminas. Ese momento clave del punto final en el que vuelves, como rescatado de un naufragio, al mundo real. (Abre una cerveza).

4 – Cuando EN VERDAD terminas. Ese momento agridulce en el que, después de las mil pasadas y las dos mil revisiones, te parece que es buen momento para añadir al archivo 10 letritas: “DEFINITIVO”. (Vete al cine, saca a pasear al perro, ¡huye de ti!).

5 – Cuando un editor te dice “Sí quiero tu novela”. Ese momento en el que tus personajes te dejan de atormentar en el sueño y te dan ganas de bailar a solas (y lo haces) nomás porque sí.

6 – Cuando recibes el ejemplar de tu libro. Ese momento en que… (¡Oh, sólo ve y abre otra cerveza!).

7 – Cuando un lector anónimo te dice, sin más, “me gustó tu novela”. Ese momento en el que al fin sientes que puedes plantar la banderita de la misión cumplida. (Si además hay un “mucho” en la frase, o un “me encantó”, enciende los fuegos artificiales (y baila más)).

Corolario 1: Ni  ferias ni viajes ni premios ni entrevistas ni presentaciones ni regalías aparecen aquí, aunque también saquen sonrisas. (Poco tienen que ver con la escritura.)

Corolario 2: El que un nuevo tren salga de la estación 1 justo después de que el último llegó a la 4 aumenta, y con creces, la posibilidad de más bailes a solas en el futuro (Por si te sirve el dato).

Corolario Final: No sé a otros, pero a este escritor de novelas, es la segunda estación la que más lo ha retenido (por años y años y años) en el oficio. Y aunque se siente muy agradecido por todas las demás, despegar los pies del suelo sigue siendo -por mucho- lo mejor del viaje.