--Hola, Santa Clos. ¿Qué haces aquí en la banqueta pidiendo limosna?
--En primera, porque tengo hambre. Y en segunda, porque no soy Santa Clos, niño.
--Te pareces más que el señor que está allá enfrente tomándose fotos a cincuenta pesos.
--Sí, bueno, la vida no me ha tratado bien.
--Tu barba no es postiza. Ni tu panza. En cambio el señor ese siempre está acomodándose todo.
--Oye. Preferiría que no te sentaras a mi lado. Me puedes meter en problemas.
--Dice mi mamá que está bien darle la lista de lo que queremos a cualquier Santa Clos de la ciudad porque son como ayudantes del verdadero.
--No te dejes engañar por el traje. Ni aquel ni yo tenemos nada que ver.
--Quiero un perrito que se llame Jarripóter y que obedezca. Sólo eso. Ni videojuegos ni juguetes. Un perrito que se llame Jarripóter.
--No es de mi incumbencia pero no puedes pedir animales vivos. Es una irresponsabilidad. Y de veras no te sientes aquí, va a venir la policía y van a empezar a hacer preguntas.
--El perro de Memo, el que vive enfrente, se llama Voldemort y está bien feo. ¿Ya ves por qué quiero que mi perrito se llame Jarripóter?
--¿Dónde está tu mamá?
--Jarripóter. ¿Oíste? Y que obedezca.
--Tu mamá, niño. ¿Dónde está?
--Se fue a comprar. Me dijo que la esperara en la fila de las fotos con Santa. Pero ya ves que hay como mil niños formados y ni avanza.
--Vuelve a la tienda y no me metas en problemas. Todos nos miran.
--Le puedo pedir a cualquiera que nos tome una foto y se la mande a mi mamá. ¿A que soy bien listo?
--¿Te sabes el teléfono de tu mamá?
--Y mi dirección. Y mi medicina para la alergia. Y mi tipo de sangre. O positivo.
--¿Y que no debes hablar con extraños? ¿Eso no lo sabes?
--Sí. Pero tú no eres un extraño. Eres Santa Clos.
--No. Ni tampoco el de enfrente. Ni los de las películas. Anda. Vete. Ya te ensuciaste todo. Y tu mamá me va a venir a echar bronca a mí. Además, no me han dado ni un maldito peso por tu culpa.
--Dijiste una mala palabra.
--Y me sé peores. Así que ahuecándole.
--Yo también me sé.
--No quiero oírlas. Anda. Sé buen niño y vuelve a la tienda.
--¿Me das de tu torta?
--No. Y vuelve a la tienda.
--Todavía te queda la mitad, ándale. Dame.
--No. Te puede hacer daño por tu alergia.
--¿Es de polen? No, ¿verdad?
--No te atrevas.
--Uy. Sí está bien buena.
--Soy yo el que va a llamar a la policía para que te lleven.
--Te digo una grosería que me sé. Una que dice mi tío Simón a cada rato. Empieza con…
--Como no te vas, entonces soy yo el que se larga.
--Ay… Ya estás como mi abuelo cuando me hace caballito. Ni me acabé tu torta. Ten.
--Gracias. Adiós.
--Pero nos falta la foto.
--Que no.
--Que sí. O mi mamá se va a enojar de que me desformé.
--Que se enoje.
--Le digo a ese señor que nos la tome, espérame.
--No me metas en problemas, niño. Ya pensé en algo mejor. Mira. ¿Ves ese perrito sin collar y sin dueño que está allá echado en la sombra?
--Sí. ¿Qué?
--¿Cómo que qué?
--¡¡¡¡!!!! ¡No me digas!
--Si te digo.
--No es cierto.
--Deja de saltar como loco. ¿Quieres o no quieres un perrito?
--Sí quiero.
--Ve por él. Si se deja agarrar, es tuyo.
--¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAY! Sí se dejó.
--¿Prometes bañarlo y alimentarlo y quererlo mucho?
--¿Cómo se llama?
--¿Cómo que cómo se llama? Y además es muy obediente.
--¿Cómo sabes?
--Porque soy el maldito Santa Clos y lo sé todo. ¿Cómo que por qué?
--¡Lo voy a querer más que a mis legos! ¡Y lo voy a bañar con el champú francés de mi mamá y lo voy a alimentar con bombones de chocolate!
--No lo abraces tan fuerte, lo vas a ahogar.
--¡Graciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgracias!
--Ahora sí vuelve a la tienda o le pido a alguno de mis duendes mágicos que te convierta en hueso para que te coma el Jarripóter. ¿No es tu mamá esa señora con cara de preocupación que va saliendo de la tienda?
--¡Ay! ¡Sí es! ¡Nos vemos! ¡Gracias, Santa Clos!
--De nada. Nos vemos, niño…. Y hasta pronto, Sinforoso… Te prometí una buena navidad este año, ¿no? ¿Y qué mejor navidad que darte poderes mágicos y mandarte a vivir a un castillo? ¿Soy o no soy el maldito San Nicolás? Y por cierto… Me voy a comer tu mitad de la torta. Espero no te importe, “señor don champú francés y bombones de chocolate”. Ni creas que te voy a extrañar. Buena vida, pues. ¡Y felices fiestas!
--En primera, porque tengo hambre. Y en segunda, porque no soy Santa Clos, niño.
--Te pareces más que el señor que está allá enfrente tomándose fotos a cincuenta pesos.
--Sí, bueno, la vida no me ha tratado bien.
--Tu barba no es postiza. Ni tu panza. En cambio el señor ese siempre está acomodándose todo.
--Oye. Preferiría que no te sentaras a mi lado. Me puedes meter en problemas.
--Dice mi mamá que está bien darle la lista de lo que queremos a cualquier Santa Clos de la ciudad porque son como ayudantes del verdadero.
--No te dejes engañar por el traje. Ni aquel ni yo tenemos nada que ver.
--Quiero un perrito que se llame Jarripóter y que obedezca. Sólo eso. Ni videojuegos ni juguetes. Un perrito que se llame Jarripóter.
--No es de mi incumbencia pero no puedes pedir animales vivos. Es una irresponsabilidad. Y de veras no te sientes aquí, va a venir la policía y van a empezar a hacer preguntas.
--El perro de Memo, el que vive enfrente, se llama Voldemort y está bien feo. ¿Ya ves por qué quiero que mi perrito se llame Jarripóter?
--¿Dónde está tu mamá?
--Jarripóter. ¿Oíste? Y que obedezca.
--Tu mamá, niño. ¿Dónde está?
--Se fue a comprar. Me dijo que la esperara en la fila de las fotos con Santa. Pero ya ves que hay como mil niños formados y ni avanza.
--Vuelve a la tienda y no me metas en problemas. Todos nos miran.
--Le puedo pedir a cualquiera que nos tome una foto y se la mande a mi mamá. ¿A que soy bien listo?
--¿Te sabes el teléfono de tu mamá?
--Y mi dirección. Y mi medicina para la alergia. Y mi tipo de sangre. O positivo.
--¿Y que no debes hablar con extraños? ¿Eso no lo sabes?
--Sí. Pero tú no eres un extraño. Eres Santa Clos.
--No. Ni tampoco el de enfrente. Ni los de las películas. Anda. Vete. Ya te ensuciaste todo. Y tu mamá me va a venir a echar bronca a mí. Además, no me han dado ni un maldito peso por tu culpa.
--Dijiste una mala palabra.
--Y me sé peores. Así que ahuecándole.
--Yo también me sé.
--No quiero oírlas. Anda. Sé buen niño y vuelve a la tienda.
--¿Me das de tu torta?
--No. Y vuelve a la tienda.
--Todavía te queda la mitad, ándale. Dame.
--No. Te puede hacer daño por tu alergia.
--¿Es de polen? No, ¿verdad?
--No te atrevas.
--Uy. Sí está bien buena.
--Soy yo el que va a llamar a la policía para que te lleven.
--Te digo una grosería que me sé. Una que dice mi tío Simón a cada rato. Empieza con…
--Como no te vas, entonces soy yo el que se larga.
--Ay… Ya estás como mi abuelo cuando me hace caballito. Ni me acabé tu torta. Ten.
--Gracias. Adiós.
--Pero nos falta la foto.
--Que no.
--Que sí. O mi mamá se va a enojar de que me desformé.
--Que se enoje.
--Le digo a ese señor que nos la tome, espérame.
--No me metas en problemas, niño. Ya pensé en algo mejor. Mira. ¿Ves ese perrito sin collar y sin dueño que está allá echado en la sombra?
--Sí. ¿Qué?
--¿Cómo que qué?
--¡¡¡¡!!!! ¡No me digas!
--Si te digo.
--No es cierto.
--Deja de saltar como loco. ¿Quieres o no quieres un perrito?
--Sí quiero.
--Ve por él. Si se deja agarrar, es tuyo.
--¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAY! Sí se dejó.
--¿Prometes bañarlo y alimentarlo y quererlo mucho?
--¿Cómo se llama?
--¿Cómo que cómo se llama? Y además es muy obediente.
--¿Cómo sabes?
--Porque soy el maldito Santa Clos y lo sé todo. ¿Cómo que por qué?
--¡Lo voy a querer más que a mis legos! ¡Y lo voy a bañar con el champú francés de mi mamá y lo voy a alimentar con bombones de chocolate!
--No lo abraces tan fuerte, lo vas a ahogar.
--¡Graciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgraciasgracias!
--Ahora sí vuelve a la tienda o le pido a alguno de mis duendes mágicos que te convierta en hueso para que te coma el Jarripóter. ¿No es tu mamá esa señora con cara de preocupación que va saliendo de la tienda?
--¡Ay! ¡Sí es! ¡Nos vemos! ¡Gracias, Santa Clos!
--De nada. Nos vemos, niño…. Y hasta pronto, Sinforoso… Te prometí una buena navidad este año, ¿no? ¿Y qué mejor navidad que darte poderes mágicos y mandarte a vivir a un castillo? ¿Soy o no soy el maldito San Nicolás? Y por cierto… Me voy a comer tu mitad de la torta. Espero no te importe, “señor don champú francés y bombones de chocolate”. Ni creas que te voy a extrañar. Buena vida, pues. ¡Y felices fiestas!